Filipenses 2, 2 - 4. "Tengan un mismo amor, un mismo espíritu, un único sentir, y no hagan nada por rivalidad o por vanagloria. Al contrario, que cada uno, humildemente, estime a los otros como superiores a sí mismo. No busque nadie sus propios intereses, sino más bien el beneficio de los demás."
En la vida uno suele encontrarse con personas que les encanta hablar mucho, lo cual no es malo, el problema es que casi todo lo que hablan es de sí mismo y no dejan que las otras personas puedan expresar sus ideas. Al hablar de esa forma se les olvida que no estan en una conferencia y que podrían estar pecando de egoístas y faltos de humildad.
Cuando me permite hacerle una observación, muy sutilmente, le sugiero a la persona ser moderada al hablar y escuchar atentamente a la otra para que haya un diálogo ameno y bien compartido. Y, por supuesto, también le sugiero usar con mesura el pronombre personal de primera persona Yo y sus variantes pronominales me, mi, conmigo, que en su lugar use el tú, te, ti, contigo o él, se, si consigo o lo haga en plural nosotros.
Da la impresión que esas personas buscan darse mucha importancia, pero este tema de la importancia lo dejaré pendiente para otra ocasión de modo que puedan reflexionar sobre lo interesente que es la HUMILDAD, la cual unida al AMOR y al PERDÓN hacen que cualquier persona pueda lograr su conversión espiritual que le permita recibir las gracias de Dios, Nuestro Señor, y por ende vivir muy felíz.
Bienaventurados todos los de humilde de corazón. Amén.
